domingo, 4 de marzo de 2012

Mensa, utilidad y lujo de la mesa en la antigua Roma

Museo Arqueológico Nacional de Nápoles

En las numerosas escenas representadas de banquetes romanos aparece una pieza de mobiliario, la mesa, alrededor de la cual se colocaban los lechos en los que se tienden los invitados. Éstas suelen ser de pequeño tamaño y de forma circular o cuadrada. Su nombre común era "mensa", y solía tener la función de servir de apoyo al repositorio que se traía desde la cocina con la comida y se depositaba en la mesa, desde donde los convidados cogían los alimentos. También se utilizaba para dejar las copas y recipientes de bebida.

"Mesas lujosas en que resplandece el alerce y el marfil, lechos cubiertos con tejidos de oro; grandes copas de un arte tan variado en su elegancia como único en calidad." (Apuleyo, Metamorfosis, II, 19)

Las mesas, con toda probabilidad, no se encontrarían dispuestas delante de los lechos habitualmente, sino que los esclavos las colocaban en ese lugar en el momento de iniciar la comida.

"Marte ama la igualdad - dijo el patrón al ser felicitado por tales finuras. Y añadió-: Por eso mismo, a cada uno de vosotros os he asignado su mesa." (Petronio, Satiricón, 34)



Relieve funerario romano, Museo Nacional de Copenhagen,
foto McLeod

Al retirarse la mesa tras la comida debía dejarse algún alimento para los espíritus. los esclavos y los animales, de forma que el anfitrión no fuera acusado de mezquino y tacaño y fuera alabado por la cantidad de comida presentada a sus invitados. Plutarco escribe que la mesa nunca debería estar vacía en el momento de llevársela:

"Así como esperamos siempre que la Tierra nos proporcione algo delicioso para comer, y que siga produciendo cosas nuevas, también pensamos que la mesa nunca debería verse vacía." (Plutarco, Moralia,  VII, 4)

Cuando la mesa no se cubría con un mantel se limpiaba con una esponja: "Te cae en suerte esta esponja, útil para limpiar las mesas cuando, después de exprimir el agua, se hincha aliviada. (Marcial, Epigramas, XIV, 144))

También se utilizarían paños, aunque, quizás no tan caros como el usado por el esclavo de la sátira de Horacio: "Cuando retiraron esto, un esclavo arremangado limpió la mesa de arce con un paño púrpura." (Sátiras, II, 8)

Las mesas comunales en los primeros tiempos eran redondas. Plutarco escribe: "Pienso que la mesa representa a la Tierra, porque aparte del hecho de que ambas nos proporcionan alimentos, son también circulares."

Cilliba era una mesa cuadrada y luego redonda que se  utilizaba como auxiliar, cuando los lechos todavía se situaban más separados:

"La mesa para comer solía llamarse cilliba, que era cuadrada; el nombre de cilliba proviene de cibus. Después se hicieron redondas, y el hecho de que se pusiera en medio entre nosotros y los griegos, es la razón probable para que se llamase mensa." (Varrón, De lengua latina, V, 118)

A menudo las mesas se hacían con patas ajustables para poderlas bajar o subir. En ocasiones se construían en triclinios y peristilos mesas de obra con una encimera de piedra pulida o mosaico.

"Mensa delphica" se llamaba a la mesa de tres patas con una tabla redonda encima (orbes). Este tipo es de origen griego, aparentemente, y habría sustituido, ya en el siglo IV a. C., a la forma rectangular. 

"Los trípodes llamados Délficos, porque se dedicaban principalmente a recibir las ofrendas que se hacían al Apolo de Delfos, eran normalmente de cobre." (Plinio, XXXIV, 14)

Aparece representada en imágenes de banquetes y en relieves de piedra donde se representan comidas funerarias.


"Resplandecen los lechos con incrustaciones de nácar de primera y unas raras mesas macizas de cidro de Mauritania; una délfica nada sencilla sostiene vajilla de oro y de plata." (Marcial, Epigramas, XII, 67)

Casa de los Castos Amantes, Pompeya

"Observad las mesas de madera de cidro traídas de los bosques de África; recuerdan la púrpura del banquete y los rebaños de esclavos. Sus vetas y taraceas despiden reflejos engañosos de oro que sólo sirve para excitar los sentidos. Esta madera estéril y tristemente famosa convoca en torno a una chusma de gente ebria de vino." (Petronio, Satiricón, 114)

Las mesas de este tipo eran las mensae citrae, que se elaboraban de madera de citrus. La madera venía del árbol de citrus (Callitris quadrivalvis), que crecía en el norte de la costa africana y que, debido a su escasez por el uso excesivo, en la época de Plinio los árboles de mejor calidad quedaron confinados a la Mauritania. Esta madera se consideraba apropiada para las cenas, porque el vino y las salsas servidas no la dejaban marcada. Los ricos patricios romanos pagaban inmensas cantidades de dinero por mesas hechas con esta madera, que era muy cara por el tiempo que tardaban los árboles en alcanzar el tamaño adecuado para poder obtener un tablero en una sola pieza.


"Cerca del monte Atlas está Mauritania, donde abunda el árbol del citrus, que dio lugar a la manía por las mesas elegantes, una extravagancia que las mujeres reprochaban a los hombres, cuando éstos se quejaban de su ostentación con las perlas. se conserva actualmente una mesa que perteneció a Cicerón, por la que pagó, a pesar de no ser inmensamente rico, no menos de un millón de sestercios..." (Plinio, Historia Natural, XIII, 29)

Cuanto más nudos tenía la madera, más valorada y cara era: "Veo mesas de madera, que valen lo que una fortuna senatorial, y que cuantos más nudos tenía el árbol, más apreciadas son." (Séneca, De Beneficiis)

Estas carísimas mesas podían hacerse con el tablero enteramente de madera de citrus o simplemente con una cubierta de este material:

"La mesa más grande que se ha hecho de una sola pieza de madera es la que toma su nombre de Nomius, el liberto de Tiberio. El emperador tenía una mesa que solo estaba cubierta con una capa de madera de citrus, mientras que la que pertenecía a su liberto era tan cara, porque solo se empleó madera con nudos." (Plinio, Historia Natural, XIII, 29)

El valor de esta madera no solo radicaba en su belleza, sino en el valor que la superstición le daba, como proveedora de buena suerte, ya que de ella se extraía el incienso utilizado por los sacerdotes.

El tablero redondo, orbes, era un artículo de lujo hecho de maderas nobles, como la ya citada de citrus, además de nogal, ciprés, roble y arce. Se apoyaba en un solo pie (trapezophorum) o en un trípode que podía ser de bronce, mármol, madera o marfil, con una talla lisa o labrada con motivos florales o zoomorfos.

"En cambio ahora los ricos no experimentan ningún deleite en cenar, a nada les sabe el rodaballo, a nada el gamo, parece como si perfumes y rosas les apestaran, si no sostiene sus anchas mesas un rampante leopardo con sus fauces abiertas, labrado en el grueso marfil de los colmillos que envían acá la Puerta de Siene y los moros corredores y el indio más moreno que el moro..." (Juvenal, Sátiras, 11)


Detalle de pintura de la villa de Popea, Oplontis

El monopodium era un velador o mesa auxiliar de un solo pie, que también se decoraba con profusión. Cneo Manlio introdujo las mesas de un solo pie tras su triunfo en las campañas de Asia. 

Con los emperadores empezó a utilizarse la mesa semicircular, mensa lunatae o sigmata, que se rodeaba de un lecho, también semicircular, stibadium, en el que se podían reclinar 7 u 8 personas.

Las mesas originalmente se hacían de madera procedente  principalmente del país itálico, como escribe Juvenal:

"Aquellos tiempos vieron mesas fabricadas en casa y con maderas del país, para tales usos se guardaba el tronco, si por acaso, el vendaval derruía un nogal añoso." (Juvenal, Sátiras, 11)

"No soy veteada, desde luego, ni soy hija de un bosque moro; pero conocen también mis maderas manjares espléndidos." (Marcial, Epigramas, XIV, 90)

Otras maderas citadas en la literatura son el haya y el arce, muy apreciadas aunque no tan costosas:

"Tú sostienes tus veladores líbicos en colmillos indios; mi mesa de haya se apoya sobre unos ladrillos." (Marcial, Epigramas, II, 43)



Casa del Tabique de Madera, Herculano

Cartibulum es la mesa con tablero rectangular y cuatro patas que se colocaba en el atrio y que servía de apoyo para las posesiones valiosas de la familia, especialmente las vajillas de metales preciosos. En Pompeya y Herculano  todavía pueden verse en su lugar de origen.

Las mesas de los pobres también solían tener tres pies, como la de Baucis y Filemón : "Baucis preparaba la mesa, pero una de las tres patas era más corta, y le puso un trozo de cerámica para calzarla." (Ovidio, Metamorfosis, VIII)

Para celebrar no hacía falta tener una mesa propiamente dicha, pues a veces otros elementos hacían esa función, como en los triclinios ubicados en jardines: 

"Esta agua cae sobre una piedra excavada con este fin y va a parar a una pila de un mármol muy fino. Allí es regulada de tal modo por un sistema que permanece oculto a los ojos de los comensales, que llena en todo momento la pila sin llegar nunca a rebasarla. En los bordes de la pila se colocan las bandejas con las entradas y los platos más consistentes, mientras que los platos más ligeros pasan de unos comensales a otros flotando en el agua sobre figuras que representan pequeñas naves y aves de todo tipo." (Plinio, Epístolas, V, 6)

Las mesas podían cubrirse con mantel: “Que lienzos felpudos cubran con toda distinción tu cidro; en mi mesa redonda, un tapete circular puede bastar.”  (Marcial, Epigramas, XIV, 138)

La mesa que se ponía en las cocinas para sostener las vasijas del agua se llamaba urnarium.