viernes, 4 de marzo de 2016

Magicae II, conjuros y prácticas mágicas en la antigua Roma



Papiro griego mágico, Oslo

Las prácticas mágicas tenían una parte hablada, con repetición de palabras o fórmulas vocales (voces magicae) que normalmente no tenían sentido en sí mismas, sino que buscaban un efecto sonoro determinado. Se utilizaban palabras orientales o nombres de dioses extranjeros y extrañas series de frases, comúnmente sin significado, que tendían a la repetición de un sonido. Para apoyar la práctica mágica se usaban alfabetos extranjeros (como el hebraico) o signos inventados por los magos, formando combinaciones o palabras raras que ayudaban a guardar el secreto de los ritos mágicos.

“Práctica mágica. Toma cera amarilla y jugo de aérea y de hiedra lunar, mézclalo y moldea un Hermes hueco por debajo que con la mano izquierda sostenga un caduceo y con la derecha una talega. Escribe en un papiro hierático estos nombres y verás que es incesante: «chaibchen outibilmemnoubth, atrauich, da a este lugar ganancia y éxito, porque aquí habita Psentebeth. Mete esto en el hueco de la figura y tápalo con cera de la misma clase; ponlo después en una pared, de manera que no se vea; ponle una guirnalda por la parte exterior, ofrécele un gallo y haz una libación con vino egipcio; después, enciende en su honor una lámpara que no esté pintada de rojo.” (Papiro Mágico Griego)

El mago en los textos mágicos no manifiesta respeto por los dioses y los démones. Los llama de forma familiar, los provoca, los requiere de manera imperiosa, apela a ellos en voz alta, con tono altanero; primero a uno, luego a otro, los convoca, los manda reunir, los mezcla, los vuelve a llamar, por sus nombres reales o por sus apodos, y concentra tanto sus propias fuerzas como las de las potencias convocadas.
 El mago impone con un lenguaje reiteradamente imperativo una secuencia de órdenes dictadas a mucha velocidad.



Gema mágica, Museo Walters, Baltimore


Otro elemento habitual en las peticiones que se encuentra de forma muy explícita en la magia es la amenaza si no se da o si no se cumple lo que se quiere, en contrapartida a las ofrendas con que se agradece el favor obtenido. Según la mentalidad existente en la época se consideraba que, si los hombres necesitan de los dioses, también éstos tienen necesidad de aquéllos.
Los papiros mágicos advierten con frecuencia de la necesidad de guardar secreto del conocimiento poderoso que en ellos se encierra.
El estilo de los textos mágicos es, a veces, muy simple, parecido al de las recetas de cocina, a veces muy adornado y retórico, como en las fórmulas de execración, a veces muy reiterativo, parecido a las fórmulas jurídicas.
En Roma, la Ley de las Doce Tablas constituye el más antiguo documento sobre la magia itálica. En él se sancionan y condenan prácticas y medios mágicos que dañan la salud, que atentan contra los bienes materiales y contra la reputación de los ciudadanos, de los cuales la más universal y directa es la utilización del malum carmen, el encantamiento y la fórmula mágica. A veces es difícil rastrear estas fórmulas en los textos antiguos, muchas de las cuales se consideraban parte de la medicina curativa. Son muy reproducidas las contenidas en un texto de Varrón:


"Si hay una luxación, toma una caña de cuatro o cinco pies de larga, pártela por la mitad y que dos hombres las sostengan cerca de sus muslos. Comienza a decir la fórmula « Moetas uaeta darles dardaries asiadarldes una petes» hasta que las partes se junten o bien Motas uaeta darles dardares astatarles dissunapiter. Cuando se hayan juntado, el miembro sanará. Y repite además cada día «Huat hauat huat Ista pista slsta dannabo dannaustra» o bien «Huaf haut haut Istasis tarsls ardannabou dannaustra".



Es muy importante emplear en las fórmulas mágicas el nombre verdadero de las cosas, describirlas exactamente y nombrarlas por su nombre, así como conocer el nombre verdadero de los dioses, ya que, entre las cosas, las personas o los dioses y sus nombres existe una relación esencial. Por ello las fórmulas mágicas están llenas de frases incomprensibles y nombres desfigurados de divinidades extranjeras, que deben repetirse cuidadosamente aunque no se entiendan. Son los barbariká onómata a los que se alude constantemente en los textos, sobre todo en los papiros mágicos de Egipto. 

"Después de hacer una ofrenda consistente en harina de trigo, moras maduras, sésamo y hierbas que no han tocado el fuego, añádele acelgas y serás el dueño de tu propia sombra, de tal manera que se pondrá a tu servicio. Dirígete en la hora sexta del día hacia el Oriente a un lugar solitario, provisto de un cesto tejido con negros juncos nuevos, y en la cabeza la banda roja de un sudario y en la oreja derecha el ala de un halcón, y en la izquierda la de un ibis.
Después de poner el pie en el lugar, arrodíllate, extiende las manos y recita esta fórmula: «Haz que ahora esté a mi servicio mi sombra; porque conozco tus nombres santos y tus signos y símbolos y quién eres en cada momento y cuál es tu nombre. Tras decir esto, recita de nuevo la fórmula que aparece arriba y, en caso de que no te escuchare, di: «Pronuncio tus nombres santos, tus signos y tus símbolos. Por ello, señor, haz que esté a mi servicio mi sombra.» Y en la hora séptima se acercará a ti desde el lado opuesto y, hablándole a ella, di: Sígueme a todas partes. Tú mira, no vaya a ser que te deje."


Tabla de defixión encontrada en Aquae Sulis, Museo de Bath

Estas palabras mágicas son frecuentemente repeticiones que parecen onomatopeyas: amrakarara, por ejemplo. En los papiros mágicos suelen ponerse palabras en otro idioma, bien porque se busca que el profano no entienda, bien porque no pueden cambiarse o no pueden traducirse.
Los papiros, entre numerosas recetas de toda clase, recogen abundantes prácticas de carácter erótico, que van desde breves fórmulas acompañadas de un gesto, un beso en la láminilla, un suspiro frente a una mujer, ungüentos que se aplican en los genitales, invocaciones a Afrodita, diosa protectora del amor, o largas y explícitas fórmulas de "atracción".

"Milagroso hechizo amoroso. Toma cera o barro de una pella, de la que sirve para modelar, y moldea dos figurillas, masculina y femenina; al hombre represéntalo armado como Ares, sujetando la espada con su mano izquierda y golpeándola en la clavícula derecha; a la mujer, con los brazos a la espalda y sentada, y ata la entidad mágica sobre su cabeza o sobre su cuello.
Escribe sobre la figura de la mujer que estás seduciendo: sobre su cabeza: isee Iao ithi oune broo lathion neboutosoyaleth; y sobre el oído derecho: ouer mechan; sobre el izquierdo: libaba oimathotho; sobre su rostro: amounabred; sobre su ojo derecho: orormothio aeth; sobre el otro: choboue; sobre el hombro derecho: adeta merou; sobre el brazo derecho: ene psa enesgaph; y sobre el otro: melchiou melchiedia; sobre las manos: melchamelchou ael; sobre el pecho, el nombre materno de la mujer a la que quieres atraer, y sobre el corazón: balamin Tout; y en la parte inferior del bajo vientre: aobes aobar; y sobre su sexo: blichianeoi ouóia; y sobre el ano: pissadara; y en la planta derecha del pie: elo; y en la otra: elóaioe. Toma trece agujas de bronce y clávale una en el cerebro diciendo: 'Yo te atravieso el cerebro, fulana', y dos en los oídos y dos en los ojos y una en la boca y dos en las entrañas y una en las manos y dos en los órganos sexuales y dos en las plantas de los pies, diciendo cada vez: 'Atravieso tal miembro de fulana, para que no se acuerde de nadie, sino sólo de mí, fulano.



Gema mágica con Abraxas,
 Museo Thornvaldsen, Copenhague
Toma también una lámina de plomo y graba en ella la misma fórmula y recítala y, atando la lámina a las figurillas, con un hilo sacado de un telar y haciendo 365 nudos, di luego como ya sabes: 'Abrasax, sujeta'; y cuando el sol se oculte, ponlos junto a una tumba de uno muerto antes de tiempo o de uno muerto de forma violenta; y añade a ello también las flores propias del tiempo. Ésta es la fórmula que se graba y se recita: »Yo deposito cerca de vosotros esta atadura, dioses de la tierra Uesemigadon y Core Perséfone Eresquigal y Adonis el Barbarita, Hermes subterráneo, Tout phokenta- mzepseu aerchathou mi sonktai kalbanachambre y el poderoso Anubis psirinth, el que tiene las llaves de los que están en el Hades, dioses y démones de la tierra, los que han muerto demasiado pronto, hombres y mujeres, muchachos y muchachas, por los años de los años, los meses de los meses, los días de los días, las horas de las horas.

Conjuro a todos los démones de este lugar para que ayuden a este demon.

Levántate para servirme a mí, quienquiera que seas, varón o mujer y dirígete a todo lugar, a todo camino, a toda casa y tráela y átala; induce a fulana, cuya entidad posees, a que me ame a mí, fulano, hijo de mengano; que no tenga relaciones sexuales por delante ni por detrás, ni busque el placer con otro varón, sino únicamente conmigo, fulano; de manera que fulana no pueda beber, ni comer, ni amar, ni sufrir, ni gozar de salud; que fulana no consiga dormir sin mí, fulano; porque yo te conjuro, por el nombre del terrible y aterrador, cuyo nombre al oírlo la tierra se abrirá, cuyo terrible nombre al escucharlo los démones se llenarán de pánico, cuyo nombre al oírlo los ríos y las piedras se romperán.



En los textos mágicos no sólo se influye en el destino de un hombre, sino que se manipula por igual a espíritus, démones o a los mismos dioses, con el fin de someter su voluntad a la de los magos, muchos de los cuales eran pintorescos charlatanes, cuyo saber era meramente superficial.

Tanto los romanos, como los griegos, creían que se podía maldecir a alguien a través de la palabra aún sin estar presente la víctima de dicho maleficio, y por tanto se generaron durante siglos toda una serie de ritos cuyo objetivo era crear un vínculo con las divinidades infernales para lograr el fin deseado. 
Las defixiones o tablillas de execración (tabella defixoria) son unas finas láminas de plomo u otros materiales sobre las que se inscribe un texto que tiene como objeto causar un perjuicio al destinatario por medio de un ritual mágico. Los textos a veces forman figuras geométricas o van escritas en cuadrado. Las letras o el sentido de la escritura podían invertirse e ir acompañadas de signos mágicos y de dibujos de figuras humanas o de animales. Tras pronunciar una serie de fórmulas y de palabras mágicas que invocaban a las divinidades requeridas, se exigía al espíritu, utilizando un lenguaje coactivo, cumplir el deseo inmediatamente. Las laminillas se enrollaban y cuando contenían un texto con una maldición solían atravesarse con uno o varios clavos. Después se depositaban en tumbas, o en otros lugares, como fuentes.



 El plomo era el material habitualmente empleado por ser maleable y fácil de obtener, y porque al ser frío, pesado y gris se vinculaba con la muerte.
Estas tablillas de maldición solían enterrarse en cementerios, preferiblemente junto a las tumbas de aquellos que habían muerto de forma prematura o violenta, los «muertos vivos», a los que se invocaba con especial intención para «someterlos» y utilizarlos en el fin mágico. También se depositaban en santuarios, normalmente dedicados a alguna divinidad infernal o relacionada con la magia, como Hécate o Perséfone, o bien en fuentes de agua, como pozos o cursos fluviales, a los que se veía como un puente hacia el mundo subterráneo u otros lugares significativos para el hechizo (por ejemplo, junto a la puerta de casa de la víctima o bajo su lecho).

Las defixiones constituían un modo de comunicarse con potencias sobrenaturales, las cuales no hacían distinción entre los humanos, y a los que ayudaban a repartir la buena fortuna que le había tocado en suerte a cada uno. Se puede decir que en todos los casos el practicante pretendía tomar el control sobre una situación que involucraba a una o más personas en particular.
La composición de las tablillas dependía de una tradición y unas fórmulas en las que se hacía constar los objetivos concretos del defigens (la persona que iniciaba el proceso mágico) y el método que se utilizaría para llevar a cabo el ritual, ya fuera realizado por el propio defigens o por un mago o hechicero contratado.
En la magia maléfica recogida en las defixiones había que expresar claramente lo que se deseaba e identificar con la mayor exactitud posible a la víctima para conseguir el cumplimiento del maleficio, porque de no hacerse así, el conjuro podría volverse contra el propio autor.

Tabla de defixión, Via Appia
Los motivos por los que se podría iniciar una defixión eran variados, siendo uno de los principales el amoroso o sexual, con la pretensión de unir o separar una pareja. Otros eran los que, ante un proceso judicial, querían impedir que los oponentes defendieran sus causas; también los que deseaban perjudicar los negocios de los rivales, o evitar que ganasen en competiciones deportivas. En ocasiones también se buscaba la reparación de un mal pidiendo la restitución de un objeto robado o la venganza.
Una de las particularidades que pueden observarse en un gran número de tablillas de diferentes épocas y procedencias es el hecho de que el defigens –esto es, el que realiza para sí o encarga a un profesional el rito de la defixio– maldice al defixus –el individuo objeto de la maldición– haciendo referencia a su cuerpo. En numerosas oportunidades el defigens es más preciso y además del cuerpo de su víctima, se fija en cualidades de su personalidad o bienes (simbólicos o materiales) que posee, tales como su prudencia, fuerza, salud, éxito y riquezas. Ciertas veces se nombran solo partes específicas de la anatomía del defixus o se mencionan las necesidades corporales de la víctima, como el hambre, el sueño, ...

(…) te encargo que (…) le envíes algunos
demonios (…) infernales para que no le
sea permitido (…) despreciarme, sino que
haga lo que sea que yo quiera.
Que Vetia, a quien parió Optata, con
vuestra ayuda, no duerma por amor a mí,
que no pueda tomar alimento ni comida.
Quito de Vetia, a quien parió Optata, el
sentido, la inteligencia y el juicio y la
voluntad, para que me ame a mí, Félix,
a quien parió Fructa, a partir de este día,
a partir de esta hora, para que se olvide
de su padre y de su madre y de todos los
suyos y de todos sus amigos y de todos
los hombres por mí, Félix, a quien parió Fructa.
Que Vetia, a quien parió Optata, me tenga
a mí solo en su mente, demente, despierta;
que se queme, se fría (…)
Arda Vetia, a quien parió Optata (…), por
amor y deseo de mí.

En esta tablilla el defigens, un hombre, Félix, realiza el rito mágico para lograr atraer el amor de una mujer, Vetia, en contra de su voluntad. Esta lámina muestra lo que se pretendía conseguir a través de las tablillas de maldición: someter a la víctima a la voluntad de quien ordena la realización de la defixio. Se busca provocar en el cuerpo de Vetia procesos característicos de las situaciones amorosas, como la falta de sueño y apetito, así como que la amada sólo se centre en el hombre que la desea, es decir, se persigue que la voluntad de la amada se centre en favorecer los intereses del defigens. Se utiliza la fórmula de repetir una y otra vez el nombre de la defixus, con la pretensión de que los dioses invocados no se equivoquen en la mujer sobre la que se realiza la maldición. También se menciona continuamente el nombre de la madre tanto en el caso de la mujer como en el del hombre, porque así se garantizaba quienes eran los verdaderos defigens y defixus.


Tabla de defixión, área funeraria de Via Latina, Museo Nacional Romano, foto de Jastrow



Defixión contra Rhodine: “Así como el muerto que está aquí enterrado no puede hablar, así muera Rhodine por lo que a Marco Licinio Fausto concierne y no pueda hablar. Así como el muerto no es recibido ni por los dioses ni por los humanos , así pueda ser recibida por por Marco Licinio y tener tanta fuerza como el muerto aquí enterrado. Te confío Padre que sea siempre odiosa a Marco Licinio Fausto. También a Marco Hedio Anfio. También Gayo Popilio Apolonio. También Venonia Hermina. También Sergia Glicina."

Así como las maldiciones se inscriben casi exclusivamente sobre plomo, en los filtros de amor se pueden emplear otros metales, como el cinc, minerales, como la magnetita, hojas de papiro, e incluso conchas marinas, tan relacionadas con Afrodita. 

"Coge una concha marina y escribe los nombres sagrados con sangre de asno negro.
Fórmula (…) trae a fulana, hija de mengana -aquí el deseo que tengas- no esperéis, traedla.
(Palabras mágicas)" el momento más adecuado es "cuando la luna creciente esté en Aries o
Tauro".

Cuando la intención del defigens era maldecir al defixus no se dejaba al dios invocado decidir el destino del receptor de la maldición, sino que él mismo intentaba controlar su vida y anular su voluntad de forma que no pudiese ni siquiera hacer frente a sus necesidades físicas hasta que hubiera reparado el daño hecho. En el siguiente ejemplo se trata de alguien que no se sentirá satisfecho hasta que se devuelva un objeto robado:

“Bico da a Mercurio lo que perdió. Ya sea varón, ya hombre [sic]. Que no mee, que no cague, que no hable, que no duerma, que no esté despierto. Y que no tenga ni salud ni sanidad, a menos que lo traiga al templo de Mercurio. Y que no soporte la conciencia de este robo a menos que yo interceda”. (DFX 3.22/5)


Tabla de defixión, Museo Británico, © Marie-Lan Nguyen / Wikimedia Commons

Muchas de las láminas encontradas reflejan el deseo de que el destinatario de la maldición sea perjudicado en su salud, trabajo y relaciones personas, y algunas incluso llegan a pedir su muerte.

El defigens, en el siguiente texto, sin especificar la razón, expresa claramente que le desea a Plotio lo peor. El texto se compone de un exhaustivo recorrido por el cuerpo de este personaje, cada una de cuyas partes es entregada por separado a la diosa Proserpina, la cual ha de asegurar su destrucción. El defigens de esta tablilla agrupa las partes del cuerpo según las funciones vitales que realizan con el fin de bloquear cada una de ellas y que dejen de funcionar, y haciéndola incapaz de interpretar y explicar sus propias dolencias. De ese modo, se vuelve vulnerable e indefensa y se acelera el proceso de su destrucción. Una vez que se ha adueñado del poder y se ha ubicado en una posición jerárquica superior, el defigens está en condiciones de hacer con su víctima lo que le plazca: forzarla a realizar una acción, hacerle sentirse de determinada manera, o incluso destruirla.

"Buena, hermosa Proserpina, esposa de Plutón, o Salvia, si así debo llamarte, arrebata la salud, el cuerpo, el color, las fuerzas y las virtudes de Plotio. (…) Entrégalo a Plutón, tu marido. Que no sea capaz de escapar (a esta maldición) con salida alguna (…) Oh Proserpina, o Aquerusia si así prefieres ser llamada, convócame al tricípite can para arrancar el corazón de Plotius. Prometo ofrecerte tres ofrendas –dátiles, higos y un cerdo negro- si este completa este sino antes del final del mes de marzo (…)   Te doy la cabeza de Plotio, hijo de Avonia, Proserpina Salvia, te doy la frente de Plotio, Proserpina Salvia, te doy las cejas de Plotio, Proserpina Salvia, te doy los párpados de Plotio, Proserpina Salvia, te doy las pupilas de Plotio, Proserpina Salvia, te doy las narinas, los labios las orejas, la nariz, la lengua, los dientes de Plotio, para que no pueda decir Plotio de qué sufre; el cuello, los hombros, los brazos, los dedos, para que no pueda ayudarse en nada; el pecho, el hígado, el corazón, los pulmones, para que no pueda entender de qué sufre; los intestinos, el vientre, el ombligo, los costados, para que no pueda dormir; la espalda, para que no pueda dormir saludable; la vejiga, para que no pueda orinar; las nalgas, el ano, los muslos, las rodillas, las pantorrillas, las tibias, los pies, los talones, los dedos, las uñas, para que no pueda estar de pie por su propia fuerza. (…) No importa lo que haya escrito, grande o pequeño, lo mismo que él ha escrito una execración y la ha dirigido (contra mí), te entrego y consigno a Plotius con el fin de que te lo lleves en el mes de febrero. Que perezca de mala manera, que se vaya de mala manera, que desaparezca de mala manera. Entrégalo, confíalo para que no pueda mirar, ver, contemplar otro mes."


Tabla de defixión, Museo Arqueológico de Munich

Esta defixio es una acción en respuesta a una maldición que dicho individuo habría encargado contra el defigens con anterioridad, y, contiene un votum, la promesa de pago u ofrenda a la divinidad, que se llevará a cabo cuando ésta haya cumplido lo que se le ha solicitado.

Cuando el texto de la tablilla se centra en una parte del cuerpo, ésta suele tener una relación funcional con el motivo de la maldición. Así por ejemplo en el caso de litigios judiciales se apunta a la lengua con el objeto de dejar mudo al oponente durante el juicio y que no pueda defenderse.

"De Sextiliano y Gula Pudente y Pacora Acuto y los hijos de Marco… de Silvano y Sextiliano y Lucio Cecilio Magno. Atad las lenguas de estos que escribí arriba, para que no puedan responder en contra nuestro."

Otro aspecto de la magia erótica maléfica es el que busca herir a la víctima en lo que más daño le puede causar, ya sea privándole de actividad sexual, ya del matrimonio y/o de descendencia.

“Hago una atadura mágica a Saturnina; ataré a su espíritu (...), la ato a ella en su descendencia personal. Que a Saturnia (sic) le sucedan cosas amargas y funestas hasta que Saturnina esté al borde de la muerte. (...) destruyo a Saturnina por medio de la locura desde el momento presente, ya, hasta la eternidad. Ya, ya, ya, rápido, rápido, rápido. La corto en pedazos por toda la eternidad. Rápido, rápido, rápido.”


 Con frecuencia, el defigens acompañaba su tabella con una pequeña figura de plomo, arcilla o cera modelada en representación de la víctima a las que se le solía insertar clavos en puntos delicados del cuerpo ―corazón, garganta, genitales, etc.―, de tal forma que la víctima real sintiera igualmente el dolor en esa zona.

"Deposito junto a vosotros esta maldición, dioses del mundo subterráneo, Plutón y Kore Perséfone, Eresquigal, Adonis, Barbaritha y Hérmes subterráneo, Toth, Fokensepseu Erektathou misonktaik y el poderoso Anubis, Pseriphtha, que tiene las llaves de los que están en el Hades, y los démones subterráneos, los muertos y muertas antes de tiempo, los mancebos y las vírgenes, año tras año, mes tras mes, día tras día, hora tras hora, noche tras noche. Conjuro a todos los démones de este lugar para que asistan a este demon, a Antinoo. Levántate para mí y ve a todo lugar, a todo callejón, a toda casa y constriñe (encadena) a Ptolemais, a la que parió Aia, la hija de Orígenes, para que no pueda tener relaciones sexuales ni sea sodomizada, ni obtenga placer de ningún otro hombre a excepción de mí, Sarapamón, al que parió Area, y no la dejes comer, ni beber, ni disimular, ni salir, ni conciliar el sueño apartada de mí, Sarapamón, al que parió Area. Te conjuro, demon de muerto, Antinoo, por el nombre temible y aterrador, por aquél nombre que cuando la tierra lo escucha se abre, el nombre a cuyo terrible sonido los espíritus se aterrorizan, el nombre que cuando los ríos y las piedras lo escuchan tiemblan horrorizados. Yo te conjuro, demon de muerto Antinoo, por nombres mágicos. No me falles, demon de muerto Antinoo, sino levántate para mí y ve a todo lugar, a todo callejón, a toda casa y tráeme a Ptolemais, a la que parió Aia, la hija de Orígenes. Retenle la comida, la bebida hasta que venga a mí, a Sarapamón, al que parió Area, y que ella no reciba a ningún otro hombre para el placer si no a mí solo, a Sarapamón. Agárrala de los pelos, de las entrañas, hasta que no esté junto a mí, Sarapamón, al que parió Area, y la tenga obediente a mí a ella, a Ptolemais, a la que parió Aia, la hija de Orígenes, por todo el tiempo de mi vida, queriéndome, teniendo relaciones sexuales conmigo y diciéndome todo lo que tenga en mente. Si haces esto, te liberaré."


Muñeca de defixión, Museo del Louvre, París

Este conjuro presenta el nombre del demon, Antinoo, el espíritu del muerto que debe ayudar al defigens, Sarapamón, a conseguir que Ptolemais se sienta atraída sexualmente solo por él. Esta laminilla, plegada repetidamente, se encontró junto a una muñequita de barro conservada en el museo de Louvre. Conserva entre la línea 22 y 23 un agujero que probablemente sirvió para fijar la tablilla a la figurita. Las 13 agujas que la perforan coinciden casi exactamente con la fórmula del PGM IV 296-328. Ambos conjuros se componen, además, de una fórmula coercitiva que obliga al muerto a actuar bajo la amenaza de no liberarlo y perturbar su eterno descanso, alterado por la magia del conjuro.
Las figuritas depositadas junto a las tablillas no se limitaban solo a la magia maléfica: podían tener también fines "positivos", como favorecer el parto y la fecundidad, la cura y prevención de enfermedades o propiciar buenas cosechas.

La magia de protección también sirvió para satisfacer las aspiraciones sociales de las personas. La promoción social pasaba primeramente por una prosperidad económica importante que se intentaba mejorar mediante conjuros. Por ello son abundantes los ejemplos de prácticas e invocaciones para hacer mejorar un negocio, una casa o una empresa. Suelen estar asociados a la figura de Hermes al que se le utiliza como mediador por ser protector de los comerciantes, y en las fórmulas mágicas se emplean a menudo elementos que dan una imagen de riqueza o negocio: pedazos de pan, monedas, alforjas, etc.


“Fórmula eficaz y fórmula de invocación sobre un taller o una casa o cualquier lugar donde la sitúes: teniéndola te enriquecerás, tendrás suerte, pues Hermes la hizo para Isis cuando andaba vagando; es maravillosa y se la llama ((pequeño pedigüeño)). Toma cera que no haya estado al fuego, la que se llama goma de abeja, y modela una figura de hombre que tenga la mano derecha en actitud de pedir y en la izquierda sostenga una alforja y un báculo.
Que haya una serpiente enroscada al báculo; la figura debe tener un ceñidor y estar, como Isis, sobre una esfera que tenga una serpiente enroscada. Lo levantarás y colocarás en el tronco de un enebro, con una thérmouthis (aspid) de la tierra y un cesto cubierto por encima. Modela la figura en luna nueva, conságrala con ánimo alegre y recita la fórmula que hay sobre sus partes, dividiéndola cuatro veces en tres partes. Escribe una tablilla para cada parte en papiro hierático, con cinabrio, jugo de artemisa y mirra.
Cuando la hayas erigido en el lugar elegido, ofrécele en sacrificio un onagro con la frente blanca, quemándolo totalmente; asa las entrañas en varas de mimbre y cómetelas así.”

En los papiros encontramos una práctica de sometimiento, con fines principalmente eróticos, dirigida y dedicada a Eros y Afrodita, cuyas figuras se moldeaban o grababan en piedras preciosas para otorgar protección.


Gema con Afrodita, Museo de Bellas Artes, Boston
"Espada de Dárdano. Práctica llamada «Espada», a la que nada iguala por su fuerza; pues doblega y conduce derechamente al alma a donde quieras si pronuncias la siguiente oración: «Yo someto el alma de fulano. Toma un pedazo de magnetita, la piedra que tiene pneuma, y graba en ella la imagen de Afrodita sentada a horcajadas sobre Psique a la que sujeta con su mano derecha, con los cabellos atados, y sobre su cabeza: achmage rharpepsei.  Debajo de Afrodita y de Psique pon a Eros en pie sobre el polo, sosteniendo una lámpara encendida, intentando quemar a Psique. Debajo de Eros estos nombres: achapa Adonáis basma charako Jacob Iao e, pharpharei; en la otra cara de la piedra, Psique y Eros entrelazados y, bajo los pies de Eros, lo siguiente: sssssss, y debajo de Psique: eeeeeee.
Una vez que la piedra esté grabada y consagrada, úsala de esta manera: ponla debajo de la lengua, dale una vuelta hasta que quieras y recita esta fórmula: «Te llamo a ti, el engendrador primero de toda generación, el que extiende sus alas sobre todo el universo, a ti el inabordable y el inconmensurable, tú que infundes en todas las almas un pensamiento generador de vida, tú que todo lo armonizas con tu propia fuerza… Te invoco a ti, el inexorable, con tu nombre más grande: azarachtharaza latha iathal, y y y lathai, athallalaph (vocales) ouerieu, legeta, rhamaiama, rhatagel dirige el alma de fulana hacia mí, fulano, para que me quiera, para que me ame, para que me dé todo lo que tiene en sus manos. Que me diga lo que hay en su alma, porque yo he invocado en mi auxilio tu gran nombre."

En las tablillas de maleficio, por ejemplo, es obligatorio escribir los nombres de las víctimas, pero es, en cambio, excepcional que contengan el nombre del embrujador, quien no deseaba comprometerse, como es natural, descubriéndose a sí mismo. Sin embargo, sí se cita el nombre del defigens en las tablillas amorosas, puesto que se exige ser correspondido y para ello debe estar identificado.
Para potenciar el ritual se solía dejar junto a la tablilla algo que hubiera estado en contacto con la víctima, o mejor aún, restos de pelo o uñas de la misma, ya que, se pensaba que aquello que una vez estuvo en contacto lo seguiría estando después de su separación, de forma que lo que se hiciera sobre esa sustancia, se haría igualmente sobre la víctima. A veces la maldición se extendía a los allegados a la víctima para intentar causar el mayor daño posible.


Contenedores metálicos para defixiones de Anna Perenna
Pero no sólo estas acciones propiciadoras de muerte fueron llevadas a cabo a través del depósito de estos textos execratorios escritos. En la fontana de Anna Perenna han salido a la luz numerosas lucernas, que contenían además defixiones enrolladas en algunas de ellas como si de una mecha se tratara. Dichas lucernas, sin usar o poco usadas, tienen por tanto un carácter mágico y han sido convincentemente interpretadas como ofrendas sustitutivas de víctimas humanas: la acción de arrojar una lucerna en una cisterna subterránea sería un ritual de homicidio simbólico. En el mismo lugar se han encontrado contenedores metálicos con láminas de maldición enrolladas y figuritas en su interior.

Una inscripción de Lambaesis (Túnez) documenta bien claramente que se creía realmente en los efectos mortales de la maldición procurada por un enemigo a través de defixiones. Se trata del epígrafe dedicado por Proculinus, tribuno de la III Legión Augusta, a su esposa Aelius tras 13 años de matrimonio, contraído cuando ella cumpliera quince (CIL VIII 2756; DT p. CXXI):

“Aquí yace Fructuosa… / …, que no recibió la clase de muerte que merecía. Execrada por conjuros, yació muda largo tiempo y su vida le fue arrebatada violentamente antes que dada a la naturaleza. Que los Manes o los dioses celestiales venguen este execrable crimen que se ha perpetrado”.

Entre las divinidades invocadas en las tabellae se encuentran las pertenecientes al ámbito infernal, a las que se suele referir como Dis Inferis, aunque también se invoca a los señores del inframundo, Plutón (Hades) y Proserpina (Perséfone), además de los manes y espíritus de los muertos prematuros. De entre el panteón grecolatino destacan Júpiter, Mercurio, Diana o Némesis o ciertas deidades idóneas para cumplir con los objetivos del defigens, como sería el caso de Muta Tácita, a la que se apela para silenciar a las víctimas ante un inminente proceso judicial, o el de Caco, que invocado junto a Mercurio debía atrapar a un ladrón.
Las divinidades indígenas también encontraron un hueco porque la mayoría de la población posiblemente se fiaría más de ellos que los dioses impuestos por el Imperio.

El tercer grupo de divinidades invocadas en las defixiones está formado por potencias orientales como Cibeles, Atis, Isis, Seth, Cristo o el daemon Abraxas, entre otras, cuyos cultos se asentarán en Roma a partir de finales del S. III d. C. A estas menciones, hay que añadir las documentadas en las tabellae altoimperiales del Norte de África donde hay una tendencia a apelar a démones en lugar de dioses, preferencia que quizá podría tener su origen en la magia greco-egipcia, donde estas potencias desempeñan un papel esencial. Mediante estas apelaciones, los defigentes se estarían dirigiendo de forma directa al difunto que ocupaba la tumba empleada como depósito de la tabella o a los espíritus que vagaban por los alrededores.


Lamella de Billingford, Inglaterra

A diferencia de la magia agresiva de las defixiones existía la magia preventiva, y una representación se hacía con las lamellae, inscripciones mágicas sobre unas finísimas láminas de metal precioso o no, que simbolizaba efecto positivo, oro, plata, bronce o cobre. Se enrollaban y se convertían en un amuleto destinado a proteger y prevenir de todo mal al poseedor de la misma, al mismo tiempo que servían como remedio de dolencias provocadas por los démones. El individuo debía llevarlo colgado del cuello o en contacto con alguna parte del cuerpo. La fórmula utilizada urgía a la potencia mágica, en el mismo tono imperioso que las defixiones,  el cumplimiento del deseo.


Retrato el Fayum con joven luciendo amuleto con lamella

Se podía pedir protección para no ser afectado por los encantamientos y los demonios.


“(Signos mágicos) Protege a Juliana de todo hechizo y de todo sufrimiento pasivo, y de toda influencia activa y aparición demoníaca por el día o por la noche; ahora, ahora; rápido, rápido; pronto, pronto, pronto.” (Lámina de plata, Beroea, Siria, s. II-III)

Pero también se podía solicitar a los dioses o espíritus su ayuda para superar una dolencia o tener un buen parto, por ejemplo.
“Símbolos y nombres mágicos. Haced con vuestros sagrados nombres que Fabia a la que Terencia, su madre, parió, gozando de buena salud, consiga dar a luz felizmente; que el nombre del Señor y Gran Dios sea por siempre eterno.” (Lamella, Museo Británico)


Lamella de oro, Museo Británico

Carácter preventivo poseían las gemas mágicas en las que por un lado se grababa una imagen y por el otro un texto, los cuales invocaban a los espíritus para que sus poderes sirvieran de protección al que lo utilizase, es decir, se convertía en un amuleto protector. En caso de engastarse en un anillo o colgante el texto quedaba oculto. En algunos casos la inscripción cubría ambos lados y no aparecía ninguna imagen. En los papiros se indica el proceso ritual a seguir para grabar una gema, su utilidad y la fórmula mágica a pronunciar para que todo sea efectivo.

“Hace a los hombres famosos, grandes, admirables y ricos gracias a su poder, o proporciona amistad con hombres así. El anillo es sin interrupción para ti justo en todo y da suerte. Encierra un nombre hermosísimo.
Se graba un sol en una piedra de heliotropo de esta manera: una serpiente gruesa con la boca mordiéndose la cola en forma de corona. Dentro de la serpiente debe haber un escarabajo sagrado despidiendo rayos. El nombre se graba en la parte posterior de la piedra por medio de signos sagrados como dicen los profetas. Una vez que hayas realizado el rito, llévalo con pureza… Abrirá puertas y romperá ataduras y piedras el que lleva la piedra, es decir, la gema tallada, y si pronuncia el nombre esculpido debajo."



Por la mañana temprano ponte frente al sol, sujeta la piedra bien proporcionada, de hermosa hechura, divina, sagrada, útil, económica, compasiva, la que proporciona revelaciones, armoniosa y apropiada y di:
 «Dios supremo, el que sobrepasa todo poder, te invoco ai ti, el Iao, el Sabaot, el Adonáis, el Eiloein, el Seboein, el Talam, el Caunaum, Sagenam Elenmedor Capsuti, el Setora, el Safta, el Nuquita, el Abraham, el Isaac, el Jacob, el Catatic, el Zeupein, el Nefigor, el Astafeon, el Catacernef, el Conteon, el Catut, el Cerideu, el Marmariot….
 Te he invocado a ti, supremo dios, y a través de ti al Todo, para que concedas una divina y suprema fuerza a esta piedra esculpida y hagas que tenga poder y fuerza en todo y permita cambiar almas, mover espíritus, someter enemigos, fundar amistades, … Sí, señor, señor, realiza totalmente esta consagración.
Cuando hayas terminado esta fórmula, dila tres veces cada día en la hora tercera, sexta y novena. Esto durante catorce días empezando a partir de la tercera fase de la luna. Procura que la diosa esté en Tauro o en Virgo, en Escorpión, en Acuario o en Piscis.
Al hacer la consagración ofrece en cada invocación la libación prescrita, así como ungüentos de cualquier clase, excepto incienso. Al terminar la consagración debidamente, toma un gallo de doble cresta, blanco o rubio, pero guárdate de uno negro…
Cuantas veces quieras dar órdenes al dios, dirígete al muy grande Ufor, dale órdenes y él las cumplirá…. por él están vigorizadas las figuras modeladas y esculpidas y talladas. Porque éste es el verdadero; los demás en cambio dan largos rodeos, hablan con engaño y alcanzan una duración inútil. Guarda esto también en secreto, como un gran misterio. Ocúltalo, ocúltalo. Así es.”

Las inscripciones eran de menor extensión, si las comparamos con las de papiros y defixiones, debido a la evidente falta de espacio. En este sentido se encuentran muy comúnmente gemas mágicas con inscripciones breves, cortas y directas de una o pocas palabras, en las que por lo general el poseedor de la piedra se dirige, imperativamente, y a través de numerosos epítetos, a un demon o divinidad en busca de protección o influencia benéfica.

En las gemas mágicas medicinales las inscripciones se dirigen directamente a la enfermedad en cuestión o al órgano o miembro del cuerpo afectado para que funcione correctamente. Típicos ejemplos de este género son las inscripciones «estomacales», para tener una correcta digestión, o las inscripciones referidas a las dolencias de espalda. En otros casos, como las gemas de tipo «uterino», se persuade al órgano para que funcione correctamente, es decir, que se dilate o contraiga en los tiempos establecidos, para no verse influenciado por démones malignos, que provoquen hemorragias, abortos o embarazos indeseados.

En la medicina mágica el mago combate el mal desde dos frentes: puede curar con medicamentos, o puede expulsar la fuente que causa el mal, esto es, el demon maligno. El enfermo puede sanar entonces por obra de un mago, o bien mediante la incubatio, por la cual un enfermo se dirigía al santuario de una divinidad a pasar allí la noche para que durante el sueño el dios le revelase la forma de curar su mal.


Visita al Templo de Esculapio, John William Webster

 El exorcismo es una forma compleja de magia, en la que se convocan a cierto número de dioses o démones para que combatan y expulsen a otro demon, que, alojado en su cuerpo y en su mente, está atormentando a una persona. Este proceso solo puede ser realizado por un experto mago-exorcista, quien, ante la imposibilidad de maltratar a un poseído, solo puede vencer al malvado espíritu con la fuerza de la palabra, apelando a la autoridad de unos poderes superiores para que le ayuden y creando una presión mediante órdenes imperativas dirigidas al demonio para que abandone el cuerpo de forma inmediata. Tras la expulsión del demon y la reubicación del mismo en otro cuerpo, el exorcista pasa a otras fases del exorcismo menos violentas: primero, la práctica mágica de ayuda, consistente, por ejemplo, en la imposición de manos, la recitación piadosa de oraciones, soplar sobre el poseso o tocarlo mediante ramas o amuletos, así como la aspersión de agua o la unción con aceite. Finalmente, una vez expulsado el mal, el exorcista puede proceder a una acción profiláctica que se realizaba sobre el cuerpo y la mente del enfermo con la colocación de un amuleto (por ejemplo, una cruz) para proteger al individuo recién liberado de la posibilidad de ser ocupado de nuevo por un demon maligno.

"Práctica perfecta para expulsar démones: Fórmula que se recita sobre su cabeza (del poseso).
Arroja delante de él ramas de olivo, te pones detrás de él y dices:
(En copto:) «Salve, dios de Abraham; salve, dios de Isaac; salve, dios de Jacob; Jesús Chrestos, el Espíritu Santo, el Hijo del Padre; El que está por encima del Siete, el que está dentro del Siete. Invoco a Iao Sabaoth; del que emana todo poder, (citar nombre del endemoniado), hasta que gobierne al sucio demonio Satán que está dentro de él.
Te conjuro, demon, quien quiera que seas, por este dios (vox magica); ¡sal, demon, quienquiera que seas, y aléjate de fulano, pronto, pronto, ya, ya!
¡
Sal, demon, pues te ato con cadenas de acero indisolubles y te entrego al negro caos para tu total destrucción!
Preparación: Toma siete ramas de olivo, ata seis de ellas de punta a rabo, una por una, y, con la que queda, golpea al hacer el conjuro. Mantenlo oculto.
Ya se ha probado. Después de echarlo (al demonio), rodea al individuo con el amuleto, que se le colgará al enfermo después de arrojar al demon; sobre la hoja de estaño escribe lo siguiente: «(voces magicas), guarda a fulano». También tiene otro amuleto en el cual aparece este signo S."


Cristo sanando una mujer, Catacumba de Marcelino y Pedro

 La frecuencia de las actuaciones de Jesús, de sus discípulos y otros santos cristianos como exorcistas indica que estaba muy extendida la creencia de que los espíritus malignos o destructivos podían entrar en una persona y causar su ruina, atacando a su cuerpo y a su mente. Posiblemente muchos de estos «encantamientos» fuesen crisis epilépticas. La posesión demoníaca se produce en mentes enfermas que no saben reaccionar ante algo para lo que no tienen respuesta, como una pesadilla.

“Y Apolonio, levantando su mirada hacia él, dijo:
-No eres tu quien te comportas con ese descaro, sino el demon que te impulsa sin tu saberlo.
Estaba efectivamente poseido por démones el jovencito. Pues se reía con lo que ningún otro, y pasaba al llanto sin tener motivo. Además, conversaba y cantaba para sí mismo. La gente creía que era su juventud retozona la que le impulsaba a aquello, pero realmente era el intérprete del demon y daba la impresión de estar embriagado, con el comportamiento propio de un borracho que tenía entonces. Al verlo Apolonio, el espectro prorrumpió en cuantos gritos de pavor y cólera son propios de quienes se están quemando o sometidos a tormento, y juraba que saldría del jovencito y que no se apoderaría de ningún hombre. Pero al hablarle Apolonio con cólera, como un amo a un esclavo pícaro, ruin, descarado y demás, y al exhortarle a que se marchara dejando constancia de ello, dijo:
-Tumbaré tal estatua -aludiendo a una de las de junto al Portico Real, ante el que esto sucedía.
Cuando la estatua osciló primero, luego cayó, ¿cómo podría pintar alguien el alboroto consecuente, y como aplaudían por el prodigio?
EI jovencito, como acabado de salir del sueño, se frotó los ojos y miró hacia los rayos del sol. Le entró vergüenza al tener, todos, la atención vuelta hacia él, y ya no se mostraba desvergonzado, ni tenía la mirada perdida, sino que volvió a su propia naturaleza mejor que si hubiera usado un bebedizo.” (Filostrato, Apolonio de Tiana, IV, 20)

 La creencia en las virtudes de los afrodisiacos existe desde la más remota antigüedad, y por ello el hombre que deseaba aumentar su vigor y excitación sexual, recurría a su uso como se puede comprobar en la receta de un ungüento para la mujer, que se recoge en un papiro egipcio, y que lo relaciona con la magia porque además de exigir su efecto inmediato se reclama que la mujer se someta únicamente al deseo del hombre que lo utilice.

"Toma un huevo de corneja y el jugo de la planta "pata de corneja" y hiel de un torpedo de río; mézclalo todo bien con miel y pronuncia la fórmula al triturarlo y untar tu sexo. Ésta es la fórmula que se pronuncia: "a ti te hablo, útero de fulana, ábrete y recibe el semen de fulano y el semen impotente de iarphe arphe. Escríbelo. Que me ame fulana durante todo el tiempo de su vida, como amó Isis a Osiris; que me permanezca fiel como Penélope a Odiseo. Y tú, útero, recuérdame durante todo el tiempo de tu vida, porque yo soy Alcarnactas". Di esto al triturarlo y cuando untes tu sexo, y acuéstate con la que quieras; te amará solamente a ti y no será nunca poseída por nadie. Sólo por ti".



Pintura con erinias (malos espíritus), Pompeya

La expansión del culto cristiano y la prohibición de prácticas mágicas por parte de los emperadores no frenaron la necesidad de solicitar los servicios de los magos y hechiceras.

“Hechizar hierbas para encantamientos e invocar los nombres de los demonios al hacerlo, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo?” (Martín de Braga, Sermón contra las supersticiones rurales, s. VI)

No sólo los papiros o los amuletos demuestran que, efectivamente, había cristianos que recurrían a la magia. Las propias fuentes cristianas hablan de la práctica de exorcismos aún en vida de Jesús, de la invocación de su nombre como arma poderosa y de la utilización del símbolo de la cruz para asegurarse la protección divina. Incluso a los sacramentos, especialmente al bautismo, se les suponía un cierto poder milagroso. Quienes hacían uso de la magia querían creer que tenían la posibilidad de alterar el Destino.


Pintura de San Pedro y San Pablo, Iglesia de Santa Tecla

El Cristianismo recurrió a los monjes santos para contrarrestar la acción y la atracción que sobre las masas de la época ejercían magos, hechiceros, curanderos y adivinos. El resultado fue el paso de las supersticiones tradicionales, ligadas a los cultos paganos, a una nueva forma de superstición de signo cristiano mediante la transformación del dios pagano en demonio y del mago en santo. San Jerónimo relata un suceso en su obra sobre la vida de San Hilarión que da cuenta de cómo se seguía haciendo uso de la magia para obtener el amor que no era correspondido.

"Un joven del mismo mercado de Gaza amaba perdidamente a una virgen de Dios que habitaba cerca. No había tenido éxito ni con sus frecuentes halagos, ni con gestos, ni silbidos, ni otras cosas semejantes que suelen ser el comienzo de la muerte de la virginidad. Entonces se fue a Menfis para revelar su herida de amor, regresar y ver a la doncella armado con artes mágicas.
Después de un año, instruido por los sacerdotes de Esculapio, que no cura las almas, sino que las pierde, vino con el propósito de realizar el estupro que había anticipado en su imaginación. Enterró bajo el umbral de la casa de la doncella ciertas palabras y figuras extrañas grabadas en una lámina de bronce de Chipre. Repentinamente la virgen enloqueció, arrojó el velo, se soltó la cabellera, y rechinando los dientes llamaba a gritos al joven. La vehemencia del amor se había convertido en locura.
Los padres de la joven solicitan la ayuda del santo para expulsar al demonio que la posee."

El hecho de que un cristiano recurriera a la magia, a pesar de conocer sus nefastas consecuencias es una prueba más de que la necesidad provocaba la comunicación con la divinidad. Se pensaba que la oración era un canal de comunicación abierto por el Señor para que su pueblo solicitara bienes espirituales, por lo que pedir la ayuda de ciertos espíritus, aunque fueran paganos, no distaba mucho de ese pensamiento.


Pápiro mágico copto, Museo Kelsey, Universidad de  Michigan

Las razones para iniciar un conjuro seguían siendo las enfermedades propias o de los seres queridos, el deseo sexual, la venganza, y la necesidad de protección frente a espíritus hostiles. Se mantenía la técnica de la repetición o la pretensión de que Dios actuase de forma poco ética.

“Oh, Señor, mi Dios, por quien yo me preocupo, que se sienta en el carro del Querubín y se rodea por el Serafín que monta en las cuatro criaturas, Miguel, Gabriel, los Arcángeles, el Querubín y el Serafín, Rabuel….
El que se sienta en el trono con su amado hijo junto con los que he mencionado, y el lugar donde esto (el amuleto) se depositará y el ángel de la Iglesia:
Debes aplastar rápidamente a Prestusia y Tnounte y Ebonh por completo y debes destruirlos como ellos lo destruyeron (al cliente). ¡Debes descargar en ellos tu ira y tu brazo alzado!... (Texto mágico copto, nº 90)

El cristianismo, por tanto, al convertir a los dioses paganos en demonios, dio razones a las masas populares para creer en esos poderes infernales o celestiales que hasta entonces habían invocado con gran éxito las artes mágicas tradicionales.



Gema mágica con Cristo crucificado

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Textos griegos de maleficio, Amor López Jimeno, Google Books
Curse Tablets and Binding Spells from the Ancient World, John G. Gager, Google books
Ancient Christian Magic: Coptic Texts of Ritual Power; Marvin Meyer, Richard Smith, eds.
TEXTOS DE MAGIA EN PAPIROS GRIEGOS, José Luis Calvo Martínez y Mª Dolores Sánchez Romero, Editorial Gredos