miércoles, 21 de septiembre de 2016

Ludi in palaestra, deportes y juegos en la antigua Roma


Mosaico con atletas, Túnez

Los romanos practicaron juegos y deportes porque consideraban que ejercitar el cuerpo al aire libre y en la naturaleza era fuente de salud y de bienestar físico, y lo tomaban como parte de la educación de los jóvenes.

“Por los dioses te pido
Que me confieses, Lidia, por qué con insaciables amores apresuras
De Síbaris la ruina.
¿Por qué odia el campo abierto,
si antes en él gozaba, y polvo y sol sufría?
¿Por qué ya no cabalga
en la marcial milicia,
Ni a los gálicos potros, con el dentado freno,
fogosidad les quita?
¿Por qué del padre Tíber
Las rojas aguas huye, y al jugo de la oliva
Teme más que al veneno
de la traidora víbora?
¿Por qué la señal cárdena de las armas no ostenta
su brazo, que solía
Arrojar siempre el disco
y el agudo venablo más allá de la línea?” (Horacio, Odas, I, 8)

En Grecia, desde los tiempos de Homero, la educación se fue alejando de su originaria finalidad militar para orientarse hacia el deporte competitivo. Entre los Romanos, pueblo de soldados – labradores, la educación de la juventud tenía un sentido práctico que no dejaba de lado el beneficio de la salud.

“El alma me duele cuando veo lo que soy ahora y me doy cuenta de lo que fui; en toda la juventud ática no había otro más hábil en el deporte: era feliz con el ejercicio del disco, la jabalina, la pelota, la carrera, las armas, la equitación, era un modelo para los otros por mi sobriedad y mi capacidad de resistencia, los mejores tomaban ejemplo de mí; ahora que ya no valgo nada, soy yo solo el responsable de haber llegado al estado en que me encuentro.” (Plauto, La comedia del fantasma, I, 2)


Niños jugando, Museo del Louvre, Foto de Marie Lan Nguyen

 El deporte griego se introdujo en Roma alrededor del 186 a. C. y a partir de entonces comenzaron los entrenamientos controlados y las dietas apropiadas para los atletas.  Los romanos admiraban a los atletas griegos, pero criticaba las pruebas atléticas porque incitaban al inmoralidad con su desnudez y creían que apartaban a los jóvenes del entrenamiento militar porque se preocupaban por cuidar el cuerpo.

En Roma ludus es un juego o adiestramiento con origen en los entretenimientos rústicos de pastores y campesinos. En la familia el padre adiestraba a los adolescentes en ejercicios que consistían en lanzamientos, luchas, equitación y natación.

Catón el Viejo hizo que su hijo se preparara con diversos ejercicios físicos para fortalecer su carácter:

“Por tanto, él mismo le enseñaba las letras, le daba a conocer las leyes y le hacía practicar la gimnasia, adiestrándole, no sólo a tirar con el arco, a manejar las armas y a llevar un caballo,  sino también a pegar con el puño, a soportar el calor y el frío y a vencer nadando contra las corrientes y los remolinos de los ríos.” (Plutarco, Catón, III, 20)

Con el paso del tiempo los deportes (ludi) se practicaron en ceremonias solemnes, como exhibición, más que como competición. Para los jóvenes nobles, la educación física no se centraba solo en la preparación militar. Durante el Alto Imperio algunos jóvenes se reunían en los collegia iuvenum consagrados a la práctica de ejercicios físicos, y sin finalidad militar precisa.

"Yo te aseguro que, en los primeros veinte años de tu vida, no te era posible apartarte un dedo de casa sin la compañía de tu preceptor. Si no estabas en el polideportivo antes de la salida del sol, no era chico el castigo que te imponía el prefecto, a lo cual se añadía aún, el que tanto el discípulo como el maestro quedaban entonces en mal lugar a los ojos de todos.
Allí se daban al ejercicio de la carrera, la lucha, la jabalina, el disco, el boxeo, la pelota, nada de golfas y de besuqueos. Allí era donde pasaban su tiempo y no en lugares sospechosos. A la vuelta del hipódromo y el polideportivo a casa, te sentabas en tu silla bien vestidito junto a tu maestro; cuando leías, si te equivocabas en una sola sílaba, te ponían los cueros con más manchas que el manto de una nodriza." (Plauto, Las dos Baquides, III, 3)


Mosaicos de atletas, Termas de Caracalla, Museos Vaticanos
  
Aunque los juegos atléticos no tuvieron la misma consideración que en Grecia, se practicaban carreras, lanzamiento de disco y jabalina y levantamiento de pesas, entre otros. Los nobles romanos que admiraban la cultura griega se dedicaban al boxeo y otros deportes de lucha, pero solo en privado, pues en público no estaba bien visto.

“Después de la lectura, dedicaba un tiempo a los ejercicios gimnásticos, al juego de pelota,
a las carreras o a luchas más suaves, y a continuación, tras darse una friega de aceite, se bañaba, pero nunca o casi nunca utilizaba el caldario, sino siempre una piscina, donde permanecía casi por espacio de una hora y, cuando aún estaba en ayunas, se bebía casi un sextario de agua fría del acueducto llamado Claudio.” (Historia Augusta, Alejandro Severo, 30)
  

Los juegos de pelota eran una actividad muy extendida y apreciada porque desarrollaban fuerza, resistencia y velocidad. En algunas villas se construía una pista especial para la práctica de estos juegos (sphaeristerium).

“Contigua a ellas se halla una maravillosa piscina de agua caliente desde la que los bañistas ven el mar. No lejos de allí hay un ala para jugar a la pelota, la cual durante las últimas horas del día recibe un sol muy cálido.” (Plinio, II, 17, 11)


Palestra, Villa del Casale, Piazza Armerina, Sicilia

Algunos autores destacaban el efecto terapéutico que proporcionaba el ejercicio físico con pelota. Galeno defiende el ejercicio físico para la conservación de la salud; es la forma de ejercicio más completa para lograr un óptimo beneficio físico-corporal sus ventajas son la fácil adquisición del móvil de juego, la pelota; tiempo de dedicación limitado, y está al alcance de cualquier ciudadano, porque no necesita inversión económica.

“Y luego los esclavos de los señoritingos, que se ponen a jugar a la pelota aquí en mitad de la calle, los que la tiran y los que la devuelven, todos van a quedar aplastados bajo la suela de mis zapatos. O sea, que más les vale quedarse en casita y evitar su desgracia.” (Plauto, Curculio, II, 3)

Estos juegos se realizaban antes de entrar a los baños, aunque no todos eran partidarios de hacer tanto ejercicio físico durante su estancia en el recinto de las termas. Marcial dedicó un epigrama a un amigo filósofo que despreciaba tales actividades. 

"Ático, que revives los nombres de una familia elocuente y no dejas que una gran casa se quede en silencio, te hace de piadosa comitiva la secta de la cecropia Minerva, te aman los amigos de un sosegado retiro, te aman todos los filósofos. En cambio a otros jóvenes los corteja un entrenador con la oreja partida y un masajista sórdido les saca unos dineros que no se ha ganado. Ni el trinquete, ni el balón, ni la pelota rústica te preparan para el baño caliente, ni los golpes faltos de penetración de una simple espada de madera, ni abres estevados tus brazos llenos de un ungüento viscoso, ni yendo de una parte a otra robas balones llenos de polvo, sino que solamente corres en las cercanías de las aguas de la Virgen o bien donde el toro arde en el amor sidonio. Jugar a los más variados juegos, para los que sirve cualquier espacio libre, pudiendo correr, es un género de pereza." (Marcial, VII, 32)

Se consideraba un ejercicio global al permitir mover todos los miembros del cuerpo al mismo tiempo, con mayor o menor intensidad y por obligar a mantener atención constante durante el juego.

“Este ejercicio es el más suave de todos y, por tanto, muy útil para proporcionar descanso a los que lo necesitan, muy apropiado para recobrar la energía saludable, y el más idóneo para el anciano y para el adolescente.” (Galeno)

Aunque un ejercicio tan agotador podía acarrear consecuencias físicas si no se estaba bien preparado.

“El resto de nosotros jugó con un grupo de estudiantes, haciendo lo mejor que pudimos en tan saludable ejercicio con unos miembros que las ocupaciones sedentarias hacían demasiado rígidos para correr-. Y ahora el ilustre Filimatio se lanzó entre los jugadores, como el héroe de Virgilio “osando posar su mano en la tarea de la juventud,” él había sido un magnífico jugador en sus años jóvenes. Pero continuamente era sacado de su posición entre los jugadores quietos por el ataque de algún corredor desde el centro, y conducido al centro del campo donde la pelota le pasaba de largo, o por encima de su cabeza; y no conseguía interceptarla. Más de una vez se cayó de bruces, y tenía que levantarse lo mejor que podía; por supuesto fue el primero en retirarse del stress del juego, sin aliento por culpa del ejercicio y con agudos dolores en el costado por la inflamación del hígado.” (Sidonio Apolinar, V, 17)


Relieve con juego de pelota, Museo Arqueológico Nacional de Atenas

Entre los griegos se jugaba al episkyros en el que había doce jugadores por equipo que debían pasar la pelota al otro lado de la línea contraria tantas veces como fuera posible. Lo más importante era que todos los jugadores debían actuar unidos como un equipo para lograr el objetivo. La labor individual era muy criticada.

“Encima del vestidor se halla la sala destinada al juego de la pelota, lo suficientemente amplia como para que puedan practicarse en ella al mismo tiempo muchos tipos de juegos de pelota entre varios grupos de jugadores." (Plinio, V, 6)


Tumba dei Pinti, Museo Nacional Romano, foto de Sebastiá Giralt

El harpastum romano se jugaba con dos equipos, que podían variar en número de jugadores, en un terreno rectangular, delimitado con líneas y otra línea dividía el campo en dos mitades. La pelota tenía que ser lanzada detrás de la línea de meta del adversario. Se hacían pases, se esquivaba y los miembros de un equipo tenían ya diferentes tareas tácticas, mientras el público los animaba con gritos en transcurso del juego.
Cogiendo la pelota, disfrutaba pasándosela a uno, al tiempo que esquivaba a [otro; se apartaba de uno, y hacia levantarse de nuevo a otro, con sonoros gritos:
«¡Fuera! /Larga! /Junto a él! /Sobre él! /Abajo!
/Arriba! ¡Corta! /Pásala en picado!

Ateneo escribió lo siguiente sobre el juego de harpastum.

El harpastum, que solía llamarse phaininda, es el juego que más me gusta. Grandes son el esfuerzo y la fatiga que acompañan a las contiendas de las jugadas, y la violenta torcedura y viraje del cuello. De aquí que Antífanes diga, "¡Maldición!, qué dolor que tengo en el cuello". Él describe el juego de phaininda esta manera:

El llamado phoúlliklon (era, según parece, una especie de pelota) lo inventó Ático de Neápolis, entrenador de Pompeyo el Grande, para los ejercicios gimnásticos. El baile con pelota denominado harpastón se llamaba antes phaininda, que es el que yo prefiero de todos.


El juego de trigon se jugaba con tres jugadores parados en las esquinas de un triángulo, y se jugaba con una pelota dura (pila trigonalis), que parece ser que no rebotaba y que se pasaba de un jugador a otro.
Este juego le sirve a Marcial como excusa para criticar a un tal Menógenes, quien con tal de ser invitado a cenar llega a hacer trampas apuntando sus tantos ganados en la cuenta de un posible anfitrión.

“No es posible deshacerse de Menógenes en las termas y en los alrededores de los baños, por más que emplee uno toda su maña. Cogerá con su derecha y con su izquierda el tibio trigón, para apuntarte a ti en muchas ocasiones las pelotas ganadas. Recogerá y te traerá del polvo el balón fofo, aunque ya esté bañado y hasta calzado.” (Marcial, Epig.)

La pila paganica tenía origen campesino y se usaba en juegos sin violencia.

"Sin desvestimos, nos pusimos a caminar, o más bien a callejear. Comenzamos a errar loqueando, y llegamos a un círculo de histriones, en el que vimos a un viejo calvo, vestido de una túnica roja, y jugando a la pelota con jóvenes esclavos de cabellos largos y flotantes. Admirábamos la belleza de los esclavos y la agilidad del viejo, y vimos que en cuanto una pelota tocaba el suelo, era rechazada fuera del círculo; un siervo, con una cesta elegante llena de pelotas, proporcionaba las necesarias para el juego. Entre otras novedades, notamos dos eunucos colocados en los dos extremos del círculo, de los cuales, el uno tenía en la mano un vaso nocturno de plata y el otro contaba las pelotas, no las que los jugadores se lanzaban unos a otros, sino las que caían al suelo y eran desechadas." (Petronio, Satiricón, XXVII)




El follis era una pelota utilizada principalmente por niños y ancianos debido a su poco peso, que se elaboraba inflando la vejiga de un animal a la que se recubría con lana o piel.

“Marchaos lejos, jóvenes. A mí me cuadra una edad delicada: al balón está bien que jueguen los niños; al balón, los ancianos." (Marcial, Epig. 14, 47)


Pelota romana hecha con vejiga de cerdo

En la civilización grecorromana se conocían tres tipos de combate cuerpo a cuerpo: la lucta, el pugilatus y el pancratium. En la lucta los combatientes podían utilizar las piernas para hacer zancadillas y el objetivo era vencer al contrario haciendo que tocase tierra con cualquier parte del cuerpo por tres veces. El pugilatus es el precedente del actual boxeo, pero más brutal, donde casi todo estaba permitido: se podía golpear con el puño o con la mano. Los púgiles boxeaban sin descanso hasta que uno de ellos quedaba inconsciente o bien levantaba la mano derecha en señal de abandono.


Luchadores, Museo Británico

Para el antiguo pugilato se preparaban metiendo cuatro dedos en una especie de guante y lo enrollaban de forma que quedara como un puño cerrado, luego lo sujetaban por abajo con un cordel que, a modo de soporte, descendía hasta el codo. Los romanos introdujeron una novedad notable, permitiendo a los púgiles utilizar el caestus, una pieza de bronce que se ajustaba al puño, antes de envolverlo con las cintas de cuero. El caestus convertía al puño en una verdadera maza capaz de romper una mandíbula de un solo golpe, o provocar hematomas y heridas terribles. En este deporte, los romanos no demostraron la más mínima precaución para prevenir lesiones irreversibles en los púgiles.

Combatían desnudos, como los héroes, o apenas cubiertos con un faldellín atado a la cintura. Podían usar protectores para las orejas de lana cubierta de cuero y sujetos por el mentón. Estos luchadores solían quedar desfigurados después de un combate, y verles sangrar por la nariz era lo más habitual.

“Cuando al cabo de veinte años, sano y salvo, Odiseo volvió a su casa, fue reconocido por Argos, su perro, que le vio. Pero tú, Stratophon, tras haber combatido durante cuatro horas, ni siquiera has sido reconocido por los perros, sino por la ciudad que te vio nacer. Si te atreves a mirarte en un espejo, dirás tú mismo: «Yo no soy Stratophon», y te maldecirás.” 
(Lucilio, Antologia Palatina)

Y el pancratium era un combate a medio camino entre las dos modalidades anteriores, donde, con las manos desnudas, estaba permitido todo tipo de golpes, con puños y piernas, presas y dislocaciones, a excepción de meter el dedo en el ojo y de morder al contrincante.


Luchadores de pancracio, Galería de los Uffizi, Florencia, Italia

La palestra o patio porticado anexo a las termas era el lugar al que en la Antigüedad la gente acudía para realizar ejercicios gimnásticos y los atletas para entrenarse bajo la supervisión del paidotribes, entrenador. Séneca se quejaba de los ruidos que provenían de la palestra anexa a los baños sobre los que tenía su vivienda.

“He aquí que por doquier me rodea un griterío abigarrado; habito encima de una casa de baños. Imagínate ahora toda clase de gritos que pueden resultar odiosos a los oídos. Cuando los más vigorosos (atletas) se ejercitan y lanzan sus manos cargadas de plomo, cuando se fatigan o simulan al que está fatigado, oigo gemidos; cuantas veces dejaron escapar el aliento contenido, oigo silbidos y respiraciones muy penosas; cuando se trata de algún perezoso y que se contenta con esa unción plebeya, oigo el chasquido de la mano que choca con las espaldas, que llega bien llana o cóncava y cambia su ruido según sea. Pero si ha llegado un jugador de pelota y empieza a contar (los tantos de) las pelotas, es el acabose… añade a esos que saltan a la piscina con el ruido ingente del agua que ha sido agitada.” (Séneca, Epis. 56)

En las palestras practicaban con un saco de cuero relleno de harina o arena llamado follis pugillatorius y disponían de pesas para ejercitar los brazos, de cuya fuerza dependía la victoria en el combate.

Tracalión: ¡Por Hércules, en seguida te convertiré en una pelota de boxeo y, una vez colgado, te destrozaré a puñetazos, maldito perjuro! (Plauto, Rudens, III, 3)

Un famoso luchador de pancracio Marco Aurelio Asclepíades que vivió en Alejandría en el siglo II d.C.  dejó el relato de sus hazañas deportivas, que parecen haber sido numerosas y de éxito.

IG xiv "Yo, Marco Aurelio Asclepíades, también llamado Hermodoro, [...] fui guardián jefe del templo del gran Serapis, pontífice del xistos (asociación) de los atletas, xistarco vitalicio, jefe de las termas imperiales, ciudadano de Alejandría, de Hermópolis, de Puteoli y de Nápoles, concejal de Elis y de Atenas, e hijo adoptivo y concejal honorífico de muchas otras ciudades. Fui periodonikes, invicto en el pancracio. Nunca fui descalificado [...]

 No apelé nunca contra una infracción y no se atrevió nunca nadie a apelar contra una infracción cometida por mí [...] Nunca participé en una competición con el fin de ganar los favores reales [...] He luchado en tres países: Italia, Grecia y Asia y triunfé en los campeonatos siguientes, siempre en el pancracio: en la 240ª edición de los Juegos Olímpicos en Pisa, en los Juegos Píticos de Delfos, dos veces en los Juegos Ístmicos y dos veces en Nemea, en Argos en las Hereas, en Roma dos veces en las Capitolia, dos veces en Puteoli en las Eusebeia y dos veces en Nápoles en las Sebasta, además dos veces en Nicópolis en las Actia y cinco veces en las Panateneas de Atenas etc., etc. Después de seis años de competiciones, me retiré del atletismo, a la edad de veinticinco años, a causa de los riesgos y de la envidia que suscitaba. Transcurrido mucho tiempo desde mi retirada no pude resistir más la insistencia de otros y triunfé en el pancracio durante la sexta Olimpíada en mi patria, Alejandría". (IG, XIV)


Estatua de luchador, Museo Nacional Romano, Roma

Dión de Prusa escribió dos elogios de Melankomas, atleta de Caria, que falleció joven hacia el año 70 d.C. Proporcionó una imagen ideal del atleta perfecto, pues usando sus tácticas especiales, Melankomas consiguió conservar su belleza a lo largo de su carrera en el boxeo. Debido a su condición excepcional y su extraordinaria resistencia lograba mantener los brazos en alto para defenderse y no recibir golpes en la cara — hasta que sus rivales caían agotados. Defiende su muerte temprana como signo del aprecio de los dioses por los vencedores.

 “Era ―dice― un joven muy alto y hermoso, pero su cuerpo parecía más alto todavía, y hermoso, como es natural, por los ejercicios que practicaba pues realizaba unos ejercicios brillantísimos y muy inteligentes, tanto que más bien parecía un atleta en plena competición.”
“Y aunque combatía en boxeo, se mantenía sano como los corredores. Se entrenaba con tanto esfuerzo, que podía permanecer hasta dos días seguidos con las manos levantadas. Y nadie le veía ni bajar las manos ni descansar, como hacen normalmente los demás atletas. Obligaba a sus contrincantes a retirarse no sólo antes de que él recibiera ningún golpe, sino incluso antes de que él se los diera. Pues no creía que fuera valentía herir o recibir heridas, sino más bien propio de aquellos a los que faltaban reflejos o de los que pretenden terminar pronto el combate. Sin embargo, creía importante aguantar lo más posible sin dejarse vencer por el cansancio de los brazos, ni llegar a fatigarse o rendirse por el calor.
Tengo la impresión de que los dioses lo amaron muchísimo y de que lo honraron grandemente en su muerte, de modo que no probase ninguna de las pesadumbres de la vida. Pues de haber seguido envejeciendo, se hubiera hecho más feo después de ser tan hermoso, y más débil después de ser tan fuerte, y quizás hasta hubiera sido vencido. El que, después de realizar las mejores hazañas, muere en medio de los mayores éxitos, ese muere en plena felicidad. Hasta entre los antiguos se puede ver que los amados de los dioses mueren jóvenes." (Dión de Prusa, Orat. 28)


Mosaico de luchadores, Museo de Sfax, Túnez

Los atletas luchadores pertenecían a asociaciones, pues no podían combatir de forma particular y podían conseguir, una vez alcanzada la fama, la ciudadanía romana, si habían nacido fuera de Roma o podían librarse de pagar impuestos o de alistarse en el ejército.
Algunos luchadores parecen haberse ejercitado en todos los tipos de lucha conocidos y admitidos en las pruebas deportivas llegando incluso a participar en las competiciones en una a continuación de la otra.

“Como ves, extranjero, el broncíneo poder en la imagen de Clitómaco, vio la Hélade su fuerza.
De quitar de su mano termina los guantes sangrientos del púgil y hacia el fiero pancracio se encamina.
Ni en la prueba tercera manchó sus espaldas, y obtuvo sin morder el polvo los tres premios del Istmo.
Único Heleno así honrado, su triunfo es corona para Tebas la insigne y Hermócrates su padre”.
(Antología Palatina, 550)


Los escritores cristianos se pusieron en contra de los combates de lucha y criticaron el ansia de gloria y dinero de los luchadores, y la agresividad del juego.

Tertuliano, escandalizado, criticaba los Juegos Pitios de Cartago, pues no otorgaba ningún mérito al sufrimiento del atleta, sino que lo considera gratuito y desgraciado.

"En el momento presente vemos cómo cada una de las ciudades vecinas perturba la tranquilidad de Cartago, felicitándola porque ha sido beneficiada con los juegos píticos, envejecido ya el estadio. Así pues, al público le place muy bien comparar los ejercicios de las distintas disciplinas, juzgar sobre la habilidad de los cuerpos y de las voces, opinando sobre quién es el mejor que ha de recibir el premio, pues le ha producido mayor placer. Por este motivo los combatientes van desnudos; se producen algunas heridas; los puños golpean, los talones sacuden, los guantes de combate desgarran, los látigos destrozan. [...] se comercia allí con las contusiones, los golpes que producen sangre y moratones: [...] todo esto para obtener a cambio coronas, gloria, dinero, privilegios públicos, sueldos cívicos, imágenes, estatuas y, en la medida que el público puede darla, la eternidad por la fama y el recuerdo de la memoria." (Scorpiace, 6)


Detalle de mosaico con luchadores, Museo Gettty, foto de Mary Harrsch

Los griegos y después los romanos utilizaron objetos como discos, jabalinas y pesas o halteras para aumentar la fuerza y mejorar la salud. El médico Galeno recomendaba ejercicios con pesas para combinar la fuerza con la velocidad. Según él los ejercicios eran rápidos si se hacían sin las halteras y violentos los realizados con ellas. A pesar de su aparente efecto positivo, el epigramista Marcial consideraba más práctico cavar una viña que levantar pesas.

“¿Por qué se pierden tus fuertes brazos con estúpidas pesas? Entrena mejor a los hombres la cava de una viña.” (Epigramas, XIV, 49)


Pintura de discóbolo, Stabbia, Italia

Las carreras atléticas no eran tan populares para los romanos, sin embargo, César ordenó la construcción de un estadio de madera para la celebración de carreras durante tres días y Domiciano mandó construir el Stadium Domitiani para celebrar competiciones.
Durante el siglo I d. C. se hacían carreras pedestres en el circo Máximo y según Plinio hasta los niños participaban en ellas.

“Y ahora mismo sabemos perfectamente que algunos en el circo resisten ciento sesenta mil pasos y que hace poco, durante el consulado de Fonteyo y Vipstano, (año 59 d. C.) un niño de ocho años recorrió setenta y cinco mil pasos desde el mediodía hasta el atardecer.” (Plinio, Historia Natural, VII, 84)

La especialidad deportiva, quinquertium, ya practicada entre los griegos, se componía de salto de longitud, lanzamiento de jabalina y disco, carrera en el estadio y lucha.
 Aunque las carreras deportivas no eran muy apreciadas por el público, la carrera era un ejercicio físico accesible para muchos ciudadanos, sobre todo, los que poseían una propiedad donde disponían de recorridos y en los que con ayuda de algún esclavo podían correr hasta cansarse e incluso medir y comparar sus fuerzas.
Seneca dejó en sus cartas la experiencia de correr junto a un esclavo, probablemente un niño y señaló cómo sus fuerzas iban mermando con el tiempo.

¿Preguntas por mis compañeros de ejercicios? Uno solo me basta: Fario, joven, como sabes, amable; pero lo cambiaré: ya busco alguien más joven… apenas puedo tú ves qué útil es el ejercicio diario. En seguida llega a haber gran distancia entre dos personas que van en dirección opuesta: al mismo tiempo, él sube, yo bajo, y no ignoras con cuánta más velocidad va una cosa que otra. ¿preguntas cómo ha resultado nuestro certamen de hoy? Como pocas veces sucede a los corredores, hemos llegado a los dos a la vez. (Epístola 83)


Estatuas de corredores, Villa de los Papiros, Herculano, Museo Arqueológico de Nápoles

Aunque la práctica del deporte entre las mujeres no estuvo muy extendida en el mundo grecorromano y las competiciones atléticas femeninas no fueron muy abundantes ni llegaron a atraer la atención de los espectadores de forma masiva, si hay constancia de que algunas se dedicaron a participar en actividades deportivas, como la inscripción dedicada por un padre a sus tres hijas.

Inscripción de Delfos (SIG III 802):

Hermesianacte, hijo de Dionisio, ciudadano de Cesarea Trales, y también de Corinto, lo dedica a sus hijas, que tienen también ellas las mismas ciudadanías,

a Trifosa, que venció en los Juegos Píticos cuando eran agonotetas Antígono y Cleomáquidas, y en los Juegos Ístmicos cuando era agonoteta Juvencio Proclo, en la carrera del estadio de manera sucesiva, la primera entre las doncellas,

a Hedea, que venció en los Juegos Ístmicos cuando era agonoteta Cornelio Pulcro en la carrera de carros armados, y en los Juegos Nemeos en la carrera del estadio cuando era agonoteta Antígono, y en Sición cuando era agonoteta Menetas; y venció también en la competición de niños citaredos en los ‘Sebastia’ de Atenas cuando era agonoteta Novio, hijo de Filino, …

 a Dionisia, que venció [ ] cuando era agonoteta Antígono, y en los Juegos de Asclepio en la sacra Epidauro cuando era agonoteta Nicótelo, en la carrera del estadio.

Dedicado a Apolo Pitio


Mujer espartana corriendo, Museo Británico

En Roma, como en Grecia, las disciplinas deportivas más características de las mujeres siguieron siendo las carreras pedestres y los juegos de pelota, a pesar de que algunos autores no consideraban adecuados a la naturaleza de las puellae ciertas prácticas deportivas, como Marcial, que critica ferozmente a algunas mujeres en sus epigramas por dedicarse a ellas.

“Juega también al harpastum en sujetador y se pone amarilla de albero y las halteras pesadas para los culturistas las voltea con fácil brazo y, llena del barro de la cenagosa palestra, recibe una paliza con el látigo de un entrenador lleno de aceite.” (VII, 67)



Mosaico con atletas, Villa del Casale, Piazza Armerina, Sicilia

Juvenal deja claro que las mujeres se ejercitaban en la palestra y recibían masajes al igual que los hombres.

“De noche se encamina a los baños, de noche ordena movilizar  los frascos de ungüento y su logística; disfruta sudando en medio de un gran jaleo.
Cuando se le caen los brazos agotados por las macizas pesas, el hábil masajista presiona con sus dedos en el pubis y obliga a la nalga de la señora a dar un quejido.” (Sátira VI)


 Bibliografía:

www.academia.edu/3740334/Eros-Tánatos. El_amor_de_por_la_muerte_en_los_combates_pugilísticos_en época romana. Ἔρως θανάτου. El amor de/por la muerte en los combates pugilísticos en época romana. Sabino Perea Yébenes
http://www.raco.cat/index.php/FairPlay/article/view/291719; El deporte atlético en Roma. Un estudio acerca de la idea de Bien en el deporte, Fair Play. Revista de Filosofía, Ética y Derecho del Deporte, vol. 3 n.1, 2015; Adolfo J. Sánchez Hidalgo
http://forodeeducacion.com/ojs/index.php/fde/article/view/160/117; LOS DEPORTES Y ESPECTÁCULOS DEL IMPERIO ROMANO VISTOS POR LA LITERATURA CRISTIANA; Pablo Arredondo López
http://pendientedemigracion.ucm.es/centros/cont/descargas/documento8399.pdf; EL DEPORTE FEMENINO EN LA ANTIGUA GRECIA; Fernando García Romero
www.cafyd.com › Inicio › núm. 18 › Paredes Ortiz; El deporte como juego: un análisis cultural; Jesús Paredes Ortiz
www.ucm.es/centros/cont/descargas/documento17575.pdf; Deportes y juegos de pelota en la antigua Grecia; Fernando García Romero
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio; Jerome Carcopino, Temas de Hoy
Sport in the Cultures of the Ancient World: New Perspectives; Zinon Papakonstantinou(ed.); Google Books